Por: Jean Paul Wollstein

Algunos olores nunca se olvidan, el aroma de un chocolate caliente, de una arepa en el asador o de un buñuelo rebozante de queso en su interior.

A miles de kilómetros lejos de su natal Pereira, José Humberto Rodríguez procura que la gran mayoría de inmigrantes colombianos recuerden el olor de la panadería de su barrio en las calles españolas.

A sus 38 años la vida le ha mostrado muchos caminos, fue estudiante para sacerdote, estuvo en la Armada y su fuerte amor a la patria lo llevó a vestir con orgullo los colores de la Policía Nacional.

La violencia de los carteles, como a tantos otros, lo sacó del país obligándolo a recorrer calles madrileñas afinando cada vez más sus dotes de vendedor, algo para él desconocido hasta entonces.

“Empecé a trabajar con unos chinos, vendían, hacían y traían ropa de allá. Yo trabajaba cargando y descargando camiones, colgando la mercancía. Pero decidí salir a vender la ropa que ellos hacían a la calle en los fines de semana que descansaba. Les dije que me dieran fiado y me dejaron 30.000 pesetas en ropa”, cuenta.

Al poco tiempo ya era conocido entre la gran colonia latinoamericana, y especialmente entre los colombianos. El metro, los bares, clubes de carretera, eran el escenario de sus ventas, a las que les dedicaba todo el tiempo.

De las visitas comerciales entre sus compatriotas se dio cuenta de las necesidades que todos ellos, incluyéndolo a él, tenían.

“Siempre trato de buscar entre lo adverso la parte positiva y empecé a preguntarles qué comían. ‘No pues lo que nos dan aquí’ me decían, y decidí empezar a llevarles empanadas, a hacerles frijoles y así fue que amplié mi abanico de servicios”, dice.

En uno de esos ires y venires por la ciudad, su hija se enfermó y Jose Humberto tuve que llevarla a una asistencia sanitaria del ayuntamiento.

En el ayuntamiento le preguntaron a qué se dedicaba. Como estaba indocumentado en ese momento y con una canasta llena de arepas, buñuelos y empanadas solo atinó a decir: “panadero, soy panadero”.

Al mes recibió una llamada de la Cruz Roja Internacional, que al conocer su caso decidió ofrecerle un trabajo en panadería.

En realidad él no lo necesitaba, pues su clientela crecía cada vez más y sus finanzas iban mejor. “Pero tenía que aceptar el trabajo porque sino me iban a decir, ‘usted lo que quiere es vivir de cuento o no trabajar’.

Fueron los peores meses de mi vida porque tenía que entrar a las 10 de la noche y salía a las 8 de la mañana. A esa hora tenía que ponerme a hacer los panes y los buñuelos que ya tenía comprometidos para vender y recoger la ropa también.

Solo descansaba una hora al día, tenía que cumplir con el trabajo y con la clientela que yo ya tenía creada”, cuenta.

Pero este trabajo, aunque al principio fuera un poco obligado, le permitió abrirse a otro mundo, conocer maquinaria, materia prima y todo lo que necesitaba aprender para luego abrir José Pan, la panadería colombiana más grande de España, en la cocina de su casa.

Con un crédito se hizo a una amasadora de dos kilos y medio, la cual semanas después se quedo pequeña ante tanta demanda. Ya no solo la cocina de su casa estaba dedicada a la panadería, también la sala y dentro de muy poco tiempo todo el espacio de su vivienda quedó convertido en las instalaciones de José Pan.

Desde allí distribuía sus productos a una gran cantidad de tiendas colombianas y latinas en Madrid. Por casi cuatro años esta fue su sede central hasta que el momento de abrir un local llegó. Lo hizo en la calle Mercedes Domingo, en un espacio de 25 metros donde montó la fábrica y a donde llegaron sus clientes más importantes.

Ahora José Pan cuenta con cuatro sedes, dos de ellas en Madrid, las restantes en Valencia y Barcelona, además de una importante fabrica que distribuye a toda España.

Su crecimiento ha sido fuente de sustento para muchos más colombianos y su importancia ha sido reconocida por el presidente Álvaro Uribe Vélez con una mención de honor.

Hoy con más de 50 empleados, todos colombianos, trabajando hombro a hombro con él, está a punto de abrir una nueva sede en Fuenlabrada y crear la franquicia José Pan, que se ha convertido para su dueño en mucho más que un negocio.

Para él es un compromiso con Colombia, “nuestra idea es mostrar al verdadero colombiano, gente que se está echando 15, 16 horas trabajando, de lunes a lunes, bien y honradamente,”afirma.

Fuente

Conexión Colombia. www.conexioncolombia.com

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