Eran las 7:30 de la mañana cuando pisé por primera vez las sagradas tierras brasileras. Fue tan mágico que parecía no ser verdad, dudé de mi cordura, tal vez mi imaginación había pasado el límite entre ella y la realidad.
 Brasil me inquietó desde pequeña más no creía que lo conocería a mis 21 años y mucho menos que sería el país que me brindaría la primera experiencia internacional. La vida nos sorprende cada día, yo aún no me recuperó de la sorpresa.
¿Qué pasaba por mi mente? Nada. Yo no había venido aquí en una excursión, yo había llegado a Brasil porque alguien me abrió las puertas de su casa y de su vida para que yo conociera su país.
No sabía lo que acontecería y estaba totalmente dispuesta a dejarme permear por este país. No habían supuestos, expectativas ni prejuicios, sinceramente mi mente estaba en blanco, no hablaba, creo que ni respiraba, tan solo me preguntaba ¿estoy en Brasil?
Cuarenta y ocho horas de viaje: suficiente tiempo para la autoreflexión
Para ser sincera, mientras estuve en Guarullos nada me asombró, la ciudad un poco poluida, descuidada y caliente parecía costa colombiana. La rodovía congestionada, con un pavimento deteriorado, carros de carga y algunas montañas.
Mas cuando tomamos la vía hacia Piracicaba todo empezó a cambiar, carretera dupla, recta, plana, plantaciones de caña, todo verde y sin montañas, fue cuando empecé a descubrir el interior Brasilero.
 El camino que recorrí para llegar a Brasil fue un poco largo. Salí de Medellín el jueves 20 de diciembre a las 7 de la mañana e inicié mi largo camino con 11 horas en las carreteras de Colombia.
Elegí el martirio de viajar todo un día, bajo los rayos del sol, los ruidos y el cansancio, porque le tengo un gran temor a los viajes nocturnos. Las carreteras de Colombia son simples, los trayectos montañosos y en la noche todos rompen las reglas. Realmente no soy ese tipo de aventurera, prefiero la seguridad antes que la comodidad. Llegué a Bogotá, allí me recibió una prima. Ella se sentía feliz con el hecho de que yo pasara un día con ella, seguramente deseaba por 24 horas no extrañar tanto a su amada hija.
Ana, estaba en París desde hacía ocho meses, era su única hija. Cada palabra que pronunciaba sobre ella manifestaba su orgullo y lo más interesante, según mi prima, entre Ana y yo había muchas similitudes, el nombre era solo una coincidencia. Cada vez que hablaba de su hija me exaltaba, y cada vez que yo le hablaba de mí, me comparaba con Ana, exaltándola.
Salir de Colombia fue un poco tedioso. Tenía varias hojas de papel en mis manos con instrucciones, carta de quien me recibiría en Brasil, teléfonos, direcciones. Todo para poder responder cualquier duda de inmigración. La verdad creí que sería más complicado entrar a Brasil que salir de Colombia, pero fue al contrario.
En el aeropuerto El Dorado una larga fila que avanzaba lentamente y yo, como novata, con miedo de cualquier persona que me hablara (ya saben, por seguridad ojos bien abiertos), mi equipaje totalmente sellado con plástico, 14 mil pesos oro.
Cuando llegó mi turno en emigración me preguntaba qué pasaría si no me dejaban partir. Pero el karma solo duró unos 4 minutos, mientras un joven de traje mirando un computador, que al parecer sabía más de mi vida de lo que yo misma sé, me mantenía en una especie de diálogo, ameno, divertido, pero al final simplemente un interrogatorio.
¿Ana María y que vas a hacer por allá tan lejos? ¿Tus padres no te van a extrañar? ¿Y tu novio que dice? Veo que has viajado varias veces a Bogotá ¿Que pasó que no volviste desde hace 2 años?
Creo que por poco me preguntan hasta si soy virgen, como una forma indirecta de averiguar si era una “Blanca”. Un poco incómodo el interrogatorio, pero necesario, Colombia no tiene muy buena imagen en el exterior y somos nosotros mismos los que debemos luchar por mejorarla.
Después de nueve horas de viaje con  una escala en Manaus, llegué finalmente a Guarulhos y el temor aumentó ¿Que tal si me devuelven para Colombia?  Pero inmigración me sorprendió, la chica simplemente me miró, saludó, recibió mis papeles de entrada y puso el sello en mi pasaporte. Desde ese momento empecé a dar mis primeros pasos en Brasil.
ANA MARÍA CORREA RODRÍGUEZ

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ANA MARÍA CORREA RODRÍGUEZ

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