Cuando en 1965 salió de su natal Colombia hacia Estados Unidos siguiendo la promesa de una vida mejor, Pedro Cano Ramírez dejó trazada una senda por la que muchos de sus paisanos habrían de transitar después. Él fue la bujía inspiradora de cientos de familias que llegaron desde esa nación suramericana para establecerse aquí, por lo que se le reconoce como fundador de la comunidad colombiana en el estado de Rhode Island.

 

Desde muy joven trabajó como operador y luego como mecánico de maquinarias industriales, llegando a adquirir amplia experiencia en el área de la manufactura textil. Un día fue a buscarle un hombre desconocido que dijo estar interesado en entrevistarle. Era un “míster” proveniente de Estados Unidos que llevaba el encargo de contactarle para hacerle una oferta de trabajo. “Al principio yo no quería irme y puse todos los pretextos posibles, pero al final acepté”, recuerda don Pedro, mientras se acomoda en un sillón reclinable y se dispone a contar, a sus anchas, el discurrir de su vida en tierra norteamericana. 

 

Habla pausado y sereno, como para no perder ningún detalle. A pesar de contar con 91 años de edad recuerda con precisión hechos, nombres y fechas. Providence en Español conversó con él en la intimidad de su hogar, rodeado de sus más grandes tesoros: su mujer, sus recuerdos y los múltiples pergaminos que le han sido otorgados en su calidad de precursor de la diáspora colombiana en esta localidad.

 

Cuando vino a Rhode Island empezó a laborar en una fábrica de Central Falls contratado con un salario de poco más de dos dólares la hora. Su familia se reunió con él ocho años después. El cambio brusco del clima fue su primer traspié. El intenso frío con el que tuvo que lidiar distaba mucho de las cálidas temperaturas a las que estaba acostumbrado. Sin embargo, como sucede con la mayoría de los inmigrantes hispanos, fue la barrera del idioma el principal escollo que le tocó vencer. “Es que como dicen por ahí, loro viejo no aprende a hablar”, comenta con una sonrisa, tras confesar que casi medio siglo después apenas logra hablar un "inglés machacado".

 

Sobre su dificultad con el idioma conserva graciosas anécdotas. Un día quiso comprar un televisor a crédito, pero como no sabía comunicarse en inglés, se valió de un amigo que por lo menos “se defendía” en ese idioma: “Fuimos a una tienda, y el encargado preguntó que cuántos hijos yo tenía, y mi amigo entendió que estaban preguntando por mi edad, así que dijo 45. Cuando el hombre oyó esa cifra, se alarmó, y dijo que con semejante cantidad de hijos yo no tendría dinero suficiente para pagar un crédito”.

 

Narra que en otra ocasión llegó a una tienda en un centro comercial en el downtown de Providence, cuyo piso estaba cubierto por una alfombra verde. En ese momento él estaba fumando un cigarrillo, cuando de pronto se acerca una empleada y le dice “no smoking, sir, no smoking”. Dice que ignoró por completo lo que con mucho afán le estaba diciendo la joven porque pensó que le estaba preguntando si quería comprar un traje.

 

Entre una anécdota y otra hace un alto para reflexionar. “La vida no es fácil. Hay muchos momentos difíciles, pero Dios es el que sabe”, señala, al rememorar los duros golpes que significaron para él la pérdida de tres hijos varones. Curiosamente, aunque murieron en circunstancias y fechas diferentes, los tres fueron a verle a su casa apenas horas antes de su fallecimiento. 

 

Cuando se le pregunta sobre el contraste entre la ciudad que conoció hace tantos años y la actual, don Pedro expresa en forma categórica que todo ha cambiado: la ciudad, la economía, la gente. De su pasado recuerda con emoción la época en la que él y un grupo de amigos colombianos formaron una especie de sociedad y rentaron entre todos una casa en la zona de Cumberland, donde se reunían para compartir momentos de distensión. Diego Cuervo, Frank Moscoso, Luis Benítez, son algunos nombres que vienen a su memoria.

 

Reconoce que aunque en Colombia hay facilidades y garantías para los trabajadores, su vida aquí ha sido completamente distinta a la que tenía en su país y entre las cosas positivas que ha logrado resalta haber obtenido una jubilación producto de muchos años de trabajo en los que agotó jornadas de hasta doce horas diarias.

 

A pesar de su avanzada edad conserva una buena forma física y se enorgullece al expresar que maneja su propio auto. Es amante de la música y muy apegado a sus tradiciones. Por años ha visitado un mismo lugar para ir a tomar su desayuno favorito, consistente en salchichas, café, pan tostado y papas al estilo "home fríes". Es una especie de ritual que observa con rigor cada día, al igual que su almuerzo los fines de semana en algún restaurante de la zona de East Providence. ¿Cómo le hace para mantenerse así a sus casi 92 años? no vacila al contestar: “Vivir con la conciencia tranquila". Esa es la "clave secreta", asegura, de su longevidad.

 

En ocasión de su 90 cumpleaños en el 2009, diversas instituciones públicas y privadas le tributaron homenajes de reconocimiento, siendo el más importante de todos el que recibió del ex alcalde David Cicilline, quien proclamó el 19 de agosto como el Día de Pedro Cano Sánchez, reconociéndole como "un ciudadano ejemplar que llegó en los tempranos años de la década de1960 y ayudó a incontables colombianos a construir su propio sueño americano". 

 

Por haber contribuido a la fundación de la comunidad colombiana en Rhode Island fue reconocido también por la Asociación Colombo Americana, el Consulado de Colombia en Boston, Massachusetts; el ex senador Jack Reeds, el ex gobernador Donald Carcieri, la ciudad de Central Falls e incluso por el Congreso de Estados Unidos.

Fuente

Providence EN ESPAÑOL

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