Enviado por admin el Mar, 09/09/2014 - 16:32
Nombre autor

Mónica Andrea Henao Castaño

Descripcion del autor

Psicóloga. Nacida en Medellín-Colombia. Con intereses profesionales de carácter policial. Estudió en los Colegios Palermo San José, Eucarístico, Nuestra Señora de las Mercedes. Egresada de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD Medellín 2005. Tecnóloga en Judicial. Máster en Psicología Clínica, Legal y Forense por la Universidad Complutense de Madrid UCM. Diplomado Psicología Transpersonal. Especialista en Asesinato en Serie por la Sociedad Española de Investigación de Perfiles Criminológicos S.E.I.P.C. Especialista en Investigación de Perfiles Criminológicos por la S.E.I.P.C. Otra formación: Biología por la Universidad de Antioquia U de A. Policía Judicial y Criminalística. Investigación de Delitos Violentos: Policía Científica e Investigación Criminal. Protección y Escolta. Artefactos Explosivos Improvisados IED. Planes de Emergencias, Protección Civil y Autoprotección. Igualdad de Oportunidades Ámbito Jurídico. Artículos publicados Sociedad Española de Investigación de Perfiles Criminológicos S.E.I.P.C. y Revista Científica El Perfilador. Ponente Asociación de Psicólogos Sociales de la República Argentina. Profesor(a) Aula S.E.I.P.C. Vocal Tercero Junta Directiva Sociedad Española de Investigación de Perfiles Criminológicos S.E.I.P.C. Dirección General Delegaciones Territoriales S.E.I.P.C. Miembro Protección Civil y Emergencias. Miembro Red C -de conocimientos- Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia. Miembro MICAL el Observatorio Latino-americano de las Diásporas Calificadas.
"Aunque fuera de mi país, por y para mi Patria".

-Menores Infractores-

 

¿Cuáles son los resortes fisiológicos que condicionan la violencia? ¿qué mecanismos neuronales determinan el grado de agresividad de un individuo o el paso a un comportamiento violento? nos guste o no, el lado más oscuro de la naturaleza humana es "el cerebro", aquel que se activa para hacer daño al Otro y que incluso puede disfrutar de ello.

 

Sobre la base de valorar especialmente el interés del menor, es evidente que todas las instancias de nuestra sociedad no pueden reaccionar de manera idéntica ante las diversas manifestaciones de conducta de los jóvenes. En cualquier caso hay que ser prudentes porque los métodos más eficaces no son justamente lo más corrientes. La aproximación clínica utilizada con los adolescentes en dificultad es generalmente "el consejo", siendo éste uno de los métodos menos eficaces en contraposición con la intervención "cognitivo comportamental" que implica un contrato comportamental para la regulación de la agresividad.

 

Entender que hablamos de una población donde el fracaso de la familia para formar, retener y controlar al menor constituye un factor etiológico de primer orden es ya un intento acertado de intervención multisistémica de los comportamientos agresivos. No obstante, no debemos olvidar que los adolescentes presentan características propias de la etapa evolutiva que viven. Una etapa en la que se forma el carácter individual, donde se somete a juicio la noción de autoridad, donde se asumen una serie de nuevos valores y se reafirman otros. Surge también el deseo de independencia y la reacción de oposición en correspondencia con el deseo de búsqueda de sensaciones. Cuestiones que conjuntamente suponen un conflicto (o enfrentamiento) del joven con el entorno que se manifiesta en agresividad y violencia interiorizada.

 

"Los factores de riesgo que predisponen a niños y adolescentes hacia la conducta antisocial (Latorre y Garrido, Barcelona, 1999) han sido analizados extensamente en numerosos estudios longitudinales ofreciendo un perfil de riesgo juvenil basado en los siguientes criterios: Familias con múltiples problemas tanto de índole socioeconómica como en su misma estructura y dinámica funcional, problemas escolares, y un conjunto de variables personales relacionadas con la irresponsabilidad y el escaso autocontrol. Podemos suponer ante este perfil que el joven en riesgo de conducta antisocial es un adolescente con graves problemas de ajuste a su entorno".

 

Bajo el término "cognición", componente fundamental de la relación entre personalidad y conducta problemática o antisocial, se incluye una gran variedad de procesos tales como el razonamiento moral, resolución de problemas, empatía, impulsividad, pensamiento crítico, razonamiento abstracto y conducta de elección. El modo como piensan, perciben y valoran el mundo, razonan o crean expectativas y solucionan problemas juega un papel importante en su conducta antisocial, y especialmente en su deficitario ajuste emocional y social.

 

Particularmente considero que una de las contribuciones más sólidas en la explicación de la conducta agresiva juvenil severa es la identificación de la variable "búsqueda de sensaciones" (¿qué nivel de estimulación busca recibir en su vida diaria?) en función de la cual el comportamiento es una respuesta a la necesidad constante de estimulación.

 

El primer paso fundamental para explorar desde un punto de vista científico la naturaleza de la mente, es rechazar la premisa de que esta apareció súbitamente como resultado de una "intervención espectacular". La naturaleza de la mente debe entenderse en base a su origen en el proceso de su desarrollo, que emana del mecanismo biológico. La mente es el producto de los procesos evolutivos que han tenido lugar en el cerebro.

 

El entorno conceptual suele afectar más hondamente a los seres humanos que el entorno ambiental, y que el clima intelectual o las condiciones sociales. No solo el sistema nervioso sino que todo el cuerpo elabora el conocimiento pero al estar inmerso en un entorno determinado que envía y produce señales que deben ser interpretadas, el individuo debe adaptarse para soportar los cambios. Las diferencias culturales también se reflejan en la percepción de la realidad. Existe una conexión básica entre nuestro conocimiento previo, necesidades, motivaciones, y expectativas acerca del modo en que está conformado el mundo y la manera en la que lo percibimos. La mente y el Yo son en todo caso, interpretaciones propias de las redes neuronales. Las causas que tuvo el delincuente para delinquir son entonces la resultante del estudio de su historia vital.

 

De acuerdo con el planteamiento de Biología Criminal, "no todo individuo con tendencias violentas, irascibles, agresivas o excitables, sino solo aquellos que no poseen la capacidad para refrenarlas". Y aquí la estructura de la personalidad juega un papel muy importante si se tiene en cuenta que en toda personalidad deben converger tres elementos: El heredado (temperamento) + el aprendido (carácter) + el medio. Las características que definen la Psicopatía o Trastorno Antisocial de la personalidad como, la compulsividad, versatilidad delictiva, falta de empatía o remordimiento; hacen que la conexión conceptual entre psicopatía y violencia sea clara. La Psicopatía o Trastorno Antisocial de la Personalidad no es una enfermedad, y no tiene tratamiento. Un psicópata no es un enfermo mental sino una persona que sufre un trastorno de la personalidad, una alteración. Que puede distinguir entre el bien y el mal, y elige voluntariamente, el mal".

 

La impulsividad o escaso autocontrol también se ha relacionado con la delincuencia, observándose que los delincuentes juveniles tienen dificultades a la hora de demorar la gratificación. La impulsividad consistiría fundamentalmente en un fracaso a la hora de analizar las circunstancias de una situación, fracasando también a la hora de elegir las conductas más adecuadas a la misma. Otro factor tenido en cuenta en la evaluación del perfil psicológico del delincuente es el Locus de control, definido como la percepción de control sobre los refuerzos. Las condiciones sociales que caracterizan el proceso de socialización de los delincuentes les orienta altamente a un Locus de Control Externo lo que generaría en estos sujetos la búsqueda de refuerzos a corto plazo, y muchas veces sin coincidir con la norma social, que se encuentra sometida principalmente por metas y refuerzo a largo plazo.

 

La impulsividad se convierte en patológica cuando, frente a una determinada situación el individuo no puede demorar el momento de satisfacer una necesidad. Cuando hay un aumento del umbral de impulsividad se habla del síndrome de deficiencia de recompensa, pocos receptores en el centro del placer, búsqueda de sensaciones, y adicciones. La búsqueda de sensaciones es el origen de todas las conductas impulsivas y sería consecuencia de un estado deficitario de activación cortical. Ante semejante panorama la lectura de la mente es la distorsión cognitiva.

 

Predecir, detectar, intervenir previamente el comportamiento violento en cada uno de sus focos de expresión especialmente en las escuelas, es realmente importante. Se requiere además mucho trabajo en el análisis forense de las declaraciones de los menores acusados de delitos fundamentalmente, de los reincidentes. Si los jóvenes agresores poseen una forma de pensar o razonar orientada a la acción en lugar de la reflexión, nótese que agresividad y personalidad son conceptos que no han de ser ignorados en la corriente de estudios sobre la conducta agresora. La evidencia empírica también pone de manifiesto la importante relación entre el consumo de drogas y la actividad delictiva. El problema surge cuando la información disponible no es suficiente para responder a la pregunta ¿qué causa qué?