A su manera, el colombiano nunca deja de ser entretenido
|Por Aurelio Moreno, El Sentinel, South Florida Sun-Sentinel
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CRISTOBAL HERRERA, Sun Sentinel
En la intimidad de la cabina de su ruidoso Chevy de 750 caballos de fuerza, Juan Pablo Montoya nunca viaja solo. Al margen de su equipo, el colombiano siempre conduce acompañado de un numeroso séquito de hinchas que irremediablemente se ha rendido ante la temeridad del único piloto hispano de la serie Nascar.
Bajo de estatura (mide apenas 5'-6"), pero grande de corazón y usualmente agrio de carácter, Montoya es el clásico "chico malo" que muchas odian y algunos aman, pero al que todos siguen con gran interés.
"Muchos dicen que es antipático [Montoya], pero no lo creo así. Gane o pierda nos tiene pegado frente al televisor todos los domingos", indicó Rodrigo Ospina, un colombiano de 33 años residente en Miami que asistió a cuatro de las carreras de su compatriota esta temporada, incluyendo la final de la temporada en el autódromo de Homestead. "Soy un fan completo de Juan Pablo y estoy muy orgulloso de él".
De 35 años y tras finalizar su cuarta campaña en la contienda por la Copa Sprint, Montoya es el Jackie Robinson de la Nascar, pero a diferencia del manejable pelotero que rompió la barrera del color en las Grandes Ligas —colocaba la otra mejilla si lo abofeteaban—, el bogotano no se aguanta nada y ha sido precisamente ese volátil temperamento lo que, paradójicamente, le ha ganado tantos fans como críticos.
"Me gusta mucho Montoya. Es agresivo y temerario", señaló Chad Roffers, estadounidense que viajó de Green Bay, Wisconsin, hasta Homestead para apoyar a su piloto favorito hace dos semanas. "Me gusta porque hace las cosas a su manera y no le acepta cosas a nadie".
A bordo del coche número 42 y bajo la tutela de la escudería Earnhardt Gannassi Racing, el suramericano terminó 2010 en el décimo séptimo (17) puesto en la clasificación general de 50 pilotos del circuito y marginado de la pelea por el campeonato (el chase que agrupa a los 12 mejores volantes del año).
Montoya ganó este año una prueba, logró tres posiciones de cuerda y terminó seis veces entre los cinco primeros lugares y en 14 ocasiones entre los 10 mejores. Ganó $5 millones en premios, pero ni aún así no pudo superar su brillante temporada de 2009 cuando se ubicó octavo en el chase.
Cambios en su equipo de trabajo y algo de mala suerte, le complicaron las cosas al conductor del 42 en 2010.
El efecto Montoya
A su manera, el colombiano nunca deja de ser entretenido
Juan Pablo es un buen corredor. Lo que ha tenido es un poco de mala suerte", reconoció el colombiano Humberto Agudelo, vecino de Miramar y otro que acompañó a su coterráneo en cinco pruebas esta campaña. "En los próximos años ya debe estar entre los primeros lugares".
Agudelo y su esposa Ivonne, al igual que Ospina y Roffers, formaban parte de un singular grupo de seguidores de Montoya que alegraron con su colorido la pista de Homestead aquel domingo soleado cuando Jimmy Johnson conquistó su quinta corona en fila.
Orgullosos y diferentes —como su ídolo— llegaron de tierras tan lejanas como la misma Bogotá para animar al único hombre en la historia con victorias en la fórmula CART, las 500 Millas de Indianápolis y las 24 Horas de Daytona.
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