Singapur es el espacio de trabajo de Diego Molina, María Arango y Camilo Peláez, arquitectos colombianos graduados en la Universidad Javeriana de Bogotá.
Este país, ubicado en una península entre el Oriente Medio y el Lejano Oriente, ofrece unas características geográficas y culturales muy particulares para el desarrollo de proyectos de restauración: es un lugar ligado a sus tradiciones y a la vez es un puente entre las culturas orientales y occidentales. En sus calles conviven edificios históricos que atestiguan los años de colonización inglesa, con grandes rascacielos de vidrio que representan el mundo actual.
Esta dualidad entre una ciudad tradicional y una cosmopolita ha impulsado la recuperación de sectores históricos de la ciudad, los cuales habían permanecido abandonados hasta hace pocos años. De esta manera, casas construidas en su mayoría en el siglo XIX, han sido restauradas con una arquitectura que rescata los elementos tradicionales de la región bajo un diseño contemporáneo.
Un buen ejemplo es esta vivienda de 306 metros cuadrados, de estilo art deco que resucitó después de una meticulosa intervención, la cual plantea espacios neutros y austeros, dentro de una estética que los arquitectos denominan “minimalista”.
El proyecto estaba limitado desde un principio por la estricta normativa de conservación de edificios de la ciudad, factor que demandó la restauración de las fachadas hasta el más mínimo detalle. Sin embargo, en el interior los arquitectos tuvieron mayor libertad para plantear nuevos elementos y el uso de materiales que dieran testimonio del mundo actual.
“La renovación se abordó desde las siguientes premisas: máxima retención, sensible restauración y meticulosa reparación. Un delicado equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo permite la coexistencia de las fachadas históricas con una vida interior contemporánea”, explican los arquitectos.
El uso del bambú, material central en la cultura de la región, está presente en el exterior y el interior, confiriéndole a la casa una línea de continuidad en todos los espacios. Las diferentes áreas de la casa se delimitan a través de sutiles efectos de iluminación. Un patio interior divide la casa en dos zonas, brindando luz natural y un lugar de descanso al aire libre.
El patio está cubierto por una densa capa de bambú. En la parte posterior una escalera en forma de espiral fabricada en acero y madera teca, comunica la sala de estar, la habitación de huéspedes y la terraza de la cubierta.
En el volumen principal, ubicado sobre la fachada de la calle, se destaca una escalera de lámina metálica plegada que conduce a las diferentes habitaciones. La escalera cuelga de una viga suspendida en el techo, factor que le confiere una sensación de liviandad. “La escalera es una pieza central del proyecto porque representa una analogía con la verticalidad del bambú”, dicen los arquitectos.
Otro de los retos importantes del proyecto consistió en mejorar la limitada altura de las plantas, especialmente la del Segundo piso. Por eso se planteó la construcción de una nueva estructura en la terraza que permitió habilitar un ático donde se ubicó una habitación con baño privado.
Los acabados refuerzan el concepto de convivencia entre la arquitectura contemporánea y los valores tradicionales de la cultura de la región. El uso de bamboo y madera teca representan los elementos naturales, mientras que el piso de terrazzo proporciona una atmósfera de amplitud que enfatiza el concepto minimalista. Así es como esta histórica vivienda de Singapur recobró una segunda vida