Seguramente la gran mayoría de los maestros que apenas llegan a la docencia y los que aun están comprometidos con el ejercicio, aquellos que se piensan a diario en estrategias y metodologías alternativas para seducir a sus estudiantes, se enfrentan a una realidad que en muchos casos los desborda y es la descomposición social en la que están inmersos muchos estudiantes, que aunque son pocos comparados con aquellos que participan, que acogen las propuestas de sus maestros, que encuentran en muchos casos en la escuela la posibilidad de manifestar o expresar lo que no pueden en sus hogares descompuestos, que la reconocen como el camino seguro para alcanzar sus metas, desafortunadamente son opacados por el ruido y el desorden que generan los que no se logran adaptar a los acuerdos y normas que se han fijado. Resulta entonces desmotivador para cualquier docente, equipo de maestros o la escuela en general que pese a todo sus esfuerzos por innovar, el comportamiento inadecuado de algunos estudiantes que tienen nombres propios sean el referente en muchos casos para evaluar sus logros.
Cabe entonces frente al sentimiento de “fracaso” por sentirse responsable de los comportamientos inapropiados de algunos de sus estudiantes la idea de buscar estrategias de represión como en la escuela tradicional lo era la evaluación que aunque desde 1829 en la época del General Santander buscaba indicar los niveles de desempeño de los estudiantes, la presión familiar hacia que una “mala nota” fuera la causa de un severo castigo así que sicológicamente buscaban por todos los medios rendir académicamente, hoy en día los resultados de las evaluaciones no dice nada a los estudiantes, ni se sienten obligados a obtener buenos resultados, pues no tienen ninguna presión que los obligue o motive a alcanzarlos, luego está la clase magistral que permitía llenar tableros y tener a los muchachos ocupados sin posibilidad de generar desorden y a los docentes sacar pecho por el buen manejo de grupo que tenían, sin embargo nuestra generación de jóvenes en un gran porcentaje ya no escribe, así que mientras algunos copian los demás están generando el caos que queremos evitar (lo mas preocupante es que esta actitud de no copiar cada vez es mayor, pues se excusan fácilmente en el hecho que se quedaron atrasados), anteriormente contábamos con la autoridad que representaba el solo hecho de ser maestros, el referente social era alto, hoy en día ni siquiera el mismo gremio dignifica su labor, a tal punto de escuchar a colegas decir “yo soy pobresor”, frente a este desolador panorama existen seguramente algunas alternativas, entre ellas:• Apoltronarse y cumplir con la jornada laboral, percibir un salario mensual para alcanzar la pensión a pesar de todo, ya verán los muchachos si aprenden o no, si la escuela se viene encima, si no hay clases.
• Llegar a la escuela a imponer su criterio o disciplina a raja tabla, sin ninguna posibilidad de discutir de cuestionar de criticar, con la firme intención de no dejarse “mangonear” de nadie y menos de un “culicagado”, llevar el caparazón a clase y asumir todos los conflictos que esta actitud trae, pues ya muchos jóvenes también son beligerantes y no toleran lo que ellos consideran mal trato.
• Dejar la escuela para pasar a mejor vida dedicándose a cualquier otro oficio o profesión con menos afujías y mejor salario.
• Seguir soñando en una escuela transformadora que como empresa no manipula materia prima inerte, sino seres humanos, que por lo tanto, por mas certificados de calidad que obtenga no podrá jamás establecer una cadena de producción que le permita finalizado el proceso que todos los estudiantes sean homogéneos, que hayan alcanzado los mismos logros y que por lo tanto puedan dedicarse en un futuro a lo mismo.
Compañeros maestros, los que por vocación se dedicaron a desarrollar esta misión deben entender que los tiempos cambian y con un ritmo tan acelerado que difícilmente nos damos cuenta, las generaciones de estudiantes que nos corresponde educar hoy es distinta seguramente a los de hace unos pocos años, además los que se encuentran en el sector publico en zonas populares con altos índices de delincuencia juvenil, con pandillas en el sector deben ser consientes de que seguramente esta educando miembros de esas pandillas y a muchos de esos delincuentes, esto no con la idea de paralizarnos de miedo sino de asumir una postura responsable frente a los comportamientos inadecuados de estos Jóvenes que atentan contra la sana convivencia de la escuela y que ponen en riesgo la integridad física de compañeros y maestros, brindando en la medida de lo posible los medios para resocializarlos e incluirlos en los procesos de formación que se brindan, pero también para no permitirles echar abajo los mismos procesos que con tanto entusiasmo y dedicación se han iniciado.
A los maestros que consideran que el solo hecho de trasladar una población estudiantil a un mejor edificio hará que se borre su historia, es decir sus comportamientos y costumbres me atrevo a asegurar que no es cierto, esto para que estén atentos, seguramente al inicio por la novedad se observaran cambios positivos, pero luego por la fuerza de la costumbre se percibirán, si no hay un trabajo, los mismos comportamientos lesivos que regularmente han mostrado.En el corazón de todo buen maestro esta seguramente la idea de que la escuela es una caja de pandora, que cada día es distinto al anterior que hay días felices y días desesperanzadores, pero solo la capacidad que desarrollemos para alcanzar mayor numero de días felices y las estrategias que planteemos para enfrentar los desesperanzadores, harán posible un mejor escenario para nuestros estudiantes.